domingo, 1 de septiembre de 2019

LA AVERÍA


A Juan José Ignacio Colodro

El convoy del metro se paró de pronto entre dos estaciones. El vagón experimentó una fuerte sacudida y varios pasajeros cayeron al suelo entre gritos y empujones, que dieron paso al pánico generalizado. Por megafonía se informó que se trataba de una avería puntual, que sería reparada de inmediato. Ello pareció devolver la calma al pasaje y, quizás, para acabar de serenar el ambiente, una mujer empezó a cantar “O mio babbino caro”, de Puccini, una aria de ópera no del todo desconocida para la mayoría de los presentes. Su voz llegaba a todos los rincones del vagón, poniendo a prueba la estanqueidad de aquel receptáculo. Y aunque nadie entendía un carajo de lo que decía (cantaba en italiano) todos estaban pendientes de aquellos trinos tan bien entonados, que acariciaban el oído con una familiaridad incontestable. Pero también provocaban una secreta, casi perversa sensación de envidia; por cuanto nadie allí era capaz de cantar algo así con un mínimo de decoro. Por ello, cuando finalmente el convoy reanudó su marcha, los suspiros de alivio restaron intensidad a los merecidos aplausos que, en señal de agradecimiento, recibió la improvisada cantante.

3 comentarios:

  1. Me recuerdas aquellos versos de Gloria Fuertes: "... en este juego de cartas que es la vida / gana el que más sonrisas ponga sobre el tapete".

    Un abrazo.

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  2. Pues aquí estamos, jugando esa partida con lo que tenemos a mano. Gracias por tu aliento, José Antonio.

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  3. Para muchos, a veces, es necesario sentir "la estanqueidad" para valorar la puesta en marcha hacia donde fueran...igual y les ha dado tiempo para dudar de adonde se durigian....jajaja.

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