El ladrón entró por la ventana
abierta del salón cuando no había nadie en casa, y sólo se llevó cuatro chucherías.
Papá tuvo que forzar la cerradura de la puerta para incluirla en el parte de
siniestro a la Compañía
de Seguros. Luego fue al bazar de la esquina, a por pilas alcalinas, y
con el membrete del recibo pudo falsificar las facturas de compra de la tele y
el ordenador. Mamá quiso impedir que hiciera constar más trajes de los que caben
en el armario. Discutieron, y en el fragor de la disputa él la tiró al suelo de
un puñetazo. Fue sin querer, claro, aunque también nos pegó a los demás para
justificar que hubo asalto con violencia. Con lo que vamos a cobrar del seguro,
nos daremos todos unas buenas vacaciones. Pero como vuelvan a robarnos, serán
las últimas que vea el abuelo.
Me gusta la etiqueta: "Textos derrotados en concursos literarios". Este parte de siniestro es tan siniestro como la vida misma, llena de bajezas del alma.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si algún día mis personajes cobran vida, vendrán a pedirme cuentas por el maltrato al que los someto. Y es que, desde un punto de vista literario, las flaquezas humanas son más interesantes que las virtudes. Gracias por tu visita, José Antonio.
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