Mi hijo quiere una peonza por su cumpleaños. “¿Nada más?” -pregunto yo, conmovido ante una petición tan modesta. “Nada” -responde él sin la menor vacilación. A pesar de ello, decido comprarle el castillo normando, provisto de almenas y puente levadizo; el tren eléctrico de vagones articulados, con su túnel y su estación de pasajeros; el disfraz, el sombrero y la espada del hombre enmascarado, y un balón de reglamento. El crío lo acoge todo con entusiasmo y pasa la tarde entera jugando en casa como un poseso. Ya en la cama, al darle el beso de buenas noches, quiero saber si le han gustado sus regalos. “Mucho”-me dice, iluminando su rostro con una sonrisa llena de ternura. Luego añade: “¿Y la peonza?”.
Seleccionado en el III Certamen de Literatura Hiperbreve 2006 “Pompas de Papel” – Logroño
Seleccionado en el III Certamen de Literatura Hiperbreve 2006 “Pompas de Papel” – Logroño
Menuda lección desde sus pocos años. Genial
ResponderEliminarEstos niños de hoy son más listos que el hambre... ;-P
ResponderEliminarUn abrazo
La sed sólo se calma con el objeto del deseo, el resto funciona como sucédaneo, temporalmente, pero el deseo reclama una y otra vez lo apetecido. Hasta en los más niños. Hermosísimos relatos los que nos presentas en esta sección.
ResponderEliminarPasito a pasito, vas construyendo un universo personal muy rico en matices, un caleidoscopio de imágenes con un estilo impecable.
Mi enhorabuena