domingo, 3 de marzo de 2019

EL MÓVIL


En el intermedio del concierto dejé olvidado el móvil en el servicio de caballeros. Me di cuenta al volver a mi butaca junto a mi mujer, pero cuando corrí al servicio a buscarlo había desaparecido. No recuerdo una sensación de pánico tan intensa desde que suspendí por cuarta vez el examen para el permiso de conducir. Mi esposa notó al instante que estaba níveo como un cadáver, y al decirle el motivo me echó en cara que, por culpa de mi descuido, perderíamos la llamada que esperábamos del hospital sobre la intervención de mi suegra, sentada a su lado. Enseguida las oí a las dos cuchichear sobre mi torpeza, y poco después fue mi suegro quien se lamentó del vandalismo que impera en nuestra sociedad, en la que se van perdiendo, uno tras otro, todos los valores cívicos. Los últimos en reírse de mi desgracia fueron mis hijos, frente a quienes debí aparecer como un padre sin pene o cosa por el estilo. Al acabar el concierto se me ocurrió pasar por la taquilla del auditorio, por si alguien había encontrado el maldito teléfono. Cuando me lo devolvieron salí a la calle y, mientras recuperaba mi agenda y mis contactos habituales, me sentí el hombre más solo del mundo.

2 comentarios:

  1. Vivimos enganchados a la tecnología, pero cuando te fallan las personas queridas es la soledad total.

    Un abrazo.

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  2. Es verdad. La tecnología nos distancia tanto como nos acerca. Es una arma de doble filo. Un abrazo, José Antonio.

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