Aunque su familia y amigos le
decían que tenía que rendirse a la evidencia, la joven casada se negaba a
aceptar que su marido hubiera muerto en la violenta explosión del pozo de
petróleo. Aunque había visto esa misma situación en las películas, y sabía que
en la vida real las cosas también se tuercen de un día para otro, la madre de
dos hijos en edad escolar no estaba dispuesta a enfrentarse a un futuro
estéril, carente de sentido. Aunque una voz interna la animaba a ser fuerte
para poder salir adelante, superando la adversidad, ella se veía incapaz de dar
un paso en ninguna dirección. Pero cuando, al cabo de unos días, llamaron a la
puerta y apareció su marido, sano y salvo, hubo algo más que un abrazo
apasionado, humedecido por lágrimas histéricas. Algo que buscaba respuestas
antes de formular las preguntas adecuadas, acerca de cómo había sobrevivido a
la catástrofe, acerca de cómo no habían dado con él los equipos de salvamento.
Algo quizás irracional, causado por la súbita liberación de un estado nervioso
prolongado, acerca de dónde había estado desde entonces, y acerca de dónde
estaba en realidad (y con quién) cuando todo ocurrió. Algo extraño, en
definitiva, oculto en una atmósfera irrespirable de felicidad espontánea, que
dio paso a otro tipo de preguntas, formuladas de noche junto al cuerpo yerto de
su marido, más frío que de costumbre. Algo acerca de quién era él en realidad,
y por qué había regresado.
Texto incluído en el libro “La
Parca de Venus y otros cuentos”, selección del Certamen de Microcuento Fantásti’CS12.
Cuando la gente regresa de cualquier explosión, bien sea esta provocada por un pozo de petróleo o bien por un cuerpo que les ha dado momentáneo cobijo, siempre anda un poco dubitativa y medio muerta. En estos casos casi siempre sobran las preguntas dada la obviedad de las respuestas. Tal vez había regresado para morir en cómodos plazos.
ResponderEliminarSus textos, querido amigo, son como los cerdos: se aprovecha todo de ellos (me sabrá perdonar semejante comparación, pero que sepa que a ese animal lo tengo en la más alta estima dada su extrema generosidad).
Salut i alegria per tots vosaltres, Pere, i fins molt aviat.
También de tus comentarios se aprovecha todo, porque siempre los expresas como lector entusiasta, implicándote en tus apreciaciones. Ya quisiera yo que nos viéramos pronto, llevamos demasiado tiempo sin compartir un fin de semana. A ver si lo montamos. Un abrazo, Josep.
EliminarUna explosión, sí, eso es exactamente este relato. Créame, se necesitan unos minutos para recuperarse del impacto. Déjeme decírselo: llevo tiempo disfrutando de sus textos, pero este se me antoja esta noche el más redondo, rotundo y certero de cuantos le he leído. Saludos.
ResponderEliminarAlbert, agradezco ese cumplido de veras. Espero seguir cumpliendo tus expectativas. Encantado de saludarte.
EliminarExcelente pieza, Don Pedro. Contundente, con una prosa medida al extremo, para no permitir ningún pliegue, ninguna arruga que juegue a esconder.
ResponderEliminarAplaudo su publicación y la difusión que pueda darle.
Un abrazo.
Difusión discreta, compadre, pero feliz de compartirlo con alguien como tú, que dominas la prosa de una forma envidiable. Gracias por tu visita.
EliminarFelicidades, Pedro, por la inclusión en el libro y por escribir así de sugerente. Dos lecturas para disfrutar.
ResponderEliminarMe das ánimos, Ximens. Este texto me costó bastante porque escapa a mi estilo habitual. Que haya sido seleccionado compensa, pero opiniones como la tuya lo hacen aún más importante. Un abrazo.
EliminarRecibe mis felicitaciones por la publicación.
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Muchas gracias, David. Celebro que te guste.
EliminarMolt i molt bo!
ResponderEliminarBon any!
Gràcies, company. Bon any també per a tu.
EliminarImposible dejar de seguir su blog de ahora en adelante... si acaso se dejara caer por el mío comprobaría, no sin cierta estupefacción, que usted y yo compartimos mucho más que un apellido.
ResponderEliminarBendita coincidencia.
Un placer haberle encontrado.
Saludos.
Muy amable, Ángel. Celebro saber de ti y prometo dejarme caer por tus dominios. Presumo que compartimos algo más que el apellido paterno. Abrazos.
EliminarBrillante resolución con éste muerto que no hace ruido.
ResponderEliminarBRAVO.