A poco de ingresar en la cárcel
para cumplir una larga condena, empecé a cavar un túnel desde el suelo de mi
celda. Al principio actué movido por un impulso de rebeldía y careciendo de las
habilidades necesarias para conseguir mi objetivo, cegado por la idea de burlar
a mis carceleros. Pero pronto descubrí un extraño placer al dar forma a un
proyecto de superación personal, que acabó por convertirme en un experto en la
materia.
Calculo que estaba a pocas jornadas
de atravesar los muros que me separaban del exterior, cuando llegó el indulto
que me puso de patitas en la calle. Y confieso que, al margen del alivio que supuso prescindir de la
rutina carcelaria, abandoné el penal con menos euforia de la que habría
experimentado si -en lugar de salir por la puerta principal- hubiera huído a
través de mi modesta pero eficaz obra de ingeniería. Así que no me sorprendí en
absoluto, recién estrenada mi nueva etapa como hombre libre, cavando al otro
lado de las altas torres coronadas de alambradas, con la intención de conectar
el tramo restante. No es que quisiera volver a mi oscura celda solitaria. Nada
de eso. Lo hice para que mi prestigio alcanzara conmigo la libertad.
Texto seleccionado en el II Microconcurso La Microbiblioteca, de Barberà del Vallès - 2013
La persistencia en lo inútil.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Besos recibidos. Encantado de verte una vez más.
EliminarLo que es el amor propio. Enhorabuena por la selección, desde luego el micro lo merece, me ha encvantado.
ResponderEliminarDe nuevo, felicidades.
Besicos muchos.
Creo que ése es, justamente, el mensaje que intenta transmitir el relato. El amor propio como motor de búsqueda, sin más consideraciones. Agradecido por tu visita.
EliminarMe ha encantado releerlo Pedro.
ResponderEliminarOtra vez mi aplauso.
Muchas gracias, Yolanda. Que me relean es doblemente agradable.
EliminarJeje, que bueno. Saludos!!
ResponderEliminarCelebro que te guste, Pablo. Honrado con tu visita.
EliminarSí señor, además de escribir bien nos presentas a un tipo como hay pocos, el de terminar lo que se ha iniciado. Me has llevado al Coronel Nicholson en El puente sobre el río Kwai. Enhorabuena por estar en esa prestigiosa selección.
ResponderEliminarUna comparación interesante, Ximens. El amor propio llevado hasta el límite en el que pierde contacto con la realidad. Muchas gracias por tu comentario.
EliminarTu excelente relato me ha llevado a pensar en una fuga inversa, esa que provocaría enorme saturación carcelaria (cientos de miles de seres libres privados de libertad recorriendo ese túnel que los ha de llevar a una libertad vigilada, es decir, a una libertad que no se les puede escapar...).
ResponderEliminarDos o tres placeres leer lo suyo.
Petons grans per tots quatre...
La fuga que propones daría para un buen argumento en una película de Buñuel. Aparte de ello, me encanta ese juego de palabras, "la libertad que no se puede escapar". Como siempre, encantado con tu visita atenta y puntual. Records a la família.
ResponderEliminarExcelente relato, Pedro. Este y otros muchos que han hecho que Beatriz Alonso te seleccione para el Liebster Award. Felicidades.
ResponderEliminarGracias, Ana, celebro que te guste. El mejor reconocimiento son los comentarios que recojo aquí, de parte de compañeros y compañeras a quienes también admiro, como es tu caso. Un abrazo.
Eliminarexcelente entrada con un final genial
ResponderEliminarAgradecido con tu visita y con tu amable comentario. Saludos desde el otro lado del Atlántico.
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