miércoles, 11 de agosto de 2010

SOY UN GENIO


Me costó mucho localizar la exótica tienda de antigüedades, en aquel barrio lleno de calles estrechas y mal iluminadas. Pero aún fue más difícil entenderme con el dueño del local (un anciano enjuto y misterioso), cuando le pedí un pequeño objeto de regalo que pudiera llevarme de recuerdo a mi país: una lámpara de Aladino, para demostrar a mi mujer que no me olvidaba de ella en mi viaje de negocios. La lámpara era preciosa, pero al parecer había que respetar un estricto protocolo a la hora de manipularla. Así que su propietario se esforzó en traducirme, una por una, todas las indicaciones que mostraba un viejo pergamino, relativas a la forma de cogerla, frotarla y formular los deseos correspondientes. Yo no entendí nada, aunque todo aquello se me antojó muy divertido, si bien en algún momento sospeché que no se trataba de ninguna broma. Ya en casa, dispuse el regalo en el mueble bajo del recibidor, para que mi mujer se llevara una sorpresa, y guardé las instrucciones con la intención de enseñárselas más tarde. Algo hice mal. No sé, quizás froté la lámpara a destiempo en una zona equivocada, todo ocurrió muy deprisa. Al llegar mi mujer, descubrió mi equipaje en el dormitorio y me buscó inútilmente por todas las dependencias. Al cabo de unos años se volvió a casar. Supongo que ahora es feliz, ya que nunca ha necesitado frotar la lámpara y pedirme al menos uno de los tres deseos. Y, por lo visto, la mujer de la limpieza tampoco está por la labor.

Incluído en la antología “Velas al viento” de Fernando Valls

28 comentarios:

  1. Por fin se dilucida el origen del genio de la lámpara, una de las grandes incógnitas de la literatura universal. Gracias, Pedro.
    Un fuerte abrazo,
    PABLO GONZ

    ResponderEliminar
  2. Me pregunto si obtuvo lo que deseaba a pesar de frotar mal... O a lo mejor, frotando mal le fue concedido el deseo... a ella!

    ResponderEliminar
  3. Me ha encantado leerte. Llegué aquí por casualidad, haciendo gala a mi pseudónimo.
    Ojalá algún día, pueda escribir tan bien como tú.
    Me convence tu relato,la imaginación es esencial, conjugaste un cuento con una historia de pareja, con maestría.
    Felicidades y gracias, por permitirme leerte.

    P.d. Nunca comento nada sobre latrama de las historias.

    ResponderEliminar
  4. Gracias a ti, Pablo. Me temo que el genio de este relato sólo es un pringado que no merece ser enlace sindical del gremio. En todo caso, si hay maneras de perder a una mujer por dejar de quererla, mi personaje puede presumir de perder a la suya por quererla demasiado. Un abrazo.


    Eres maquiavélica, Nómada, al hallar esa segunda lectura y dar voz protagonista a un personaje femenino que apenas si queda esbozado por requerimientos del guión. Es evidente que los planes de una mujer no los conoce ni su almohada. Como siempre, todo un placer recibir tu comentario.


    Inesperada sorpresa, qué duda cabe. Respeto el halo de misterio que envuelve tu perfil, así como tu negativa a profundizar en los comentarios. Decir que quieres escribir como yo me hace sentir incómodo. Si amplías tu círculo de lecturas comprobarás que hay modelos mucho más respetables. Pero agradezco tu apoyo. Y te mando un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Primero en La nave, y ahora en tu blog releo este microrrelato genial. Lleva enancado tu buen humor.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  6. Eres un genio, sí que sí, en todo sentido.
    Y cómo se hace para hacerte salir de la lámpara?
    Me asombran tus relatos y los disfruto enormemente.
    Un abrazo
    BB

    ResponderEliminar
  7. Creo que ella sí leyó las instrucciones. El mercader que le vendió la lámpara no podía ser otro que un submarino del amante de su mujer. Intuición femenina. Me he reído un rato con este estupendo y divertido relato.

    ResponderEliminar
  8. Ya lo había leído en el libro, Pedro, y me gustó mucho. Seduces al lector (al menos a mí) con la imagen del vendendor explicándole las instrucciones a un extranjero que se lo toma todo (o casi, según sugieres) a guasa, y después, por esos azares fantásticos de la literatura, el extranjero paga su frivolidad. La aparición final de la señora de la limpieza le da, como en todos tus micros, un toque de hunor. Enhorabuena.

    ResponderEliminar
  9. Muy agradecido, Fabiana. Yo también he descubierto, en “El orfanato” una de tus últimas y más logradas narraciones. Es un placer estar en contacto contigo.


    ¿Un genio yo, BB? Nada de eso. Ni te cuento hasta qué punto hay que frotar las teclas de un ordenador, para que salga algo con pies y cabeza. Eso sí, tengo la costumbre de formular tres deseos. Y por lo general, son más de tres los compañeros que vienen a saludarme. Me complace que disfrutes de mi compañía. Un abrazo.


    ¿Conoces a Nómada, Amaltea? Seguro que haríais buenas migas. Ambas os dejáis seducir por el lado oscuro de la fuerza, buscando esa interpretación subliminal con la que siempre hay que contar, no por ser mal pensado sino por pensar en todas las opciones a nuestro alcance. Gracias por dejarte ver, después de lo que espero hayan sido unas relajantes vacaciones.


    Antonio, ni yo mismo sé en qué momento apareció la señora de la limpieza, para cerrar la historia con un pequeño gancho de credibilidad. ¿No te ocurre a ti, que algunos personajes se cuelan en tus relatos como si esa decisión no fuera tuya sino de ellos? Aunque tampoco me gusta analizar a fondo la secuencia creativa de un texto. El caso es que a mi señora de la limpieza debo buena parte del efecto cómico de esta historia. Y a ti, como de costumbre, te debo sincera gratitud por tus palabras de aliento.

    ResponderEliminar
  10. Pedro Herrero: Pues sigue frotando esas teclas, porque lo que sale de ellas, siempre es genial, que sí. Lástima que entre frote y frote, dilates tanto...
    Un abrazo
    BB

    ResponderEliminar
  11. Quizás soy un iluso, BB. Pero alimento la esperanza de publicar en papel lo que vengo trabajando desde hace cuatro años. Últimamente, mi promedio creativo se halla entre 8 y 10 microrrelatos al mes, de los cuales publico sólo uno. Reconozco que es una dilatación insignificante. Pero si tengo suerte con esa edición en papel, por lo menos evitaré que todo el contenido de mi futuro libro sea sobradamente conocido.

    ResponderEliminar
  12. Lo leí en el libro y lo he vuelto a disfrutar enormemente, mira que la situación es trágica y la manejas con una delicadeza y un sentido del humor extraordinarios. Y cuidado todos los que ignoráis los manuales de instrucciones; a veces tienen su importancia.

    Un abrazo, Pedro.

    ResponderEliminar
  13. Muchas gracias. Jesús. Muy honrado de contar con tu apoyo.

    ResponderEliminar
  14. Encontré ese libro en Madrid, pero ya pesaban mucho todos los demás, así que ha sido una maravilla disfrutar del relato en directo
    Saludos

    ResponderEliminar
  15. Lo leí en la antología, Pedro, y me gustó tanto como aquí. ¿Eso es normal, no?

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  16. Recien llegado de otro lugar, constato que las cosas no han cambiado un ápice: sigo leyendo, con avidez y levísima sonrisa, lo tuyo.
    Luego me froto y complaciendo mi deseo ya de por sí satisfecho, el genio me obsequia con tu amistad.

    Petons i fins aviat.

    ResponderEliminar
  17. Señorita dinamita, sea usted muy bienvenida. El libro en cuestión pesa, es evidente. Y con ello desmiente a quien dice que la cultura no ocupa lugar… en el carro de la compra. Gracias por tu visita y por tu comentario del texto anterior. Celebro que estemos en contacto.


    Bueno, Víctor. Si en esta segunda lectura no te hubiera gustado tanto, también habría sido normal. Eso ocurre a veces. Pero que te siga gustando es todo un elogio. Y viniendo de ti todavía más. Nos leemos, compañero.


    Josep, tienes razón. Nada ha cambiado. Tú regresas de Holanda y ya me estás colgando en tu página esas fotos sin las cuales sabes que no puedo pasar. También es verdad que nuestra amistad nació de rozar (que no de frotar) nuestras respectivas aficiones. Ens veiem el proper dissabte, si no t'has fet enrere.

    ResponderEliminar
  18. Fantástico relato, Pedro. Es un micro juguetón y lleno de fina ironía. Para la mí, la última frase le da un toque genial (perdón por el chiste malo). Me gustan mucho los micros que contienen esa especie de "doble" final. Enhorabuena por haber sido seleccionado y, sobre todo, por un blog lleno de joyas.

    Un saludo,
    Nacho

    ResponderEliminar
  19. Bueno, Nacho, no sé si son joyas o bisutería. Soy muy crítico con lo que produzco y prefiero tomar cierta distancia. Pero admito que procuro divertirme. Gracias por tu visita.

    ResponderEliminar
  20. Muy divertido.
    ¡Maldita mujer de la limpieza! Je je je.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  21. Parsimonia, bien hallada. Cuánto tiempo sin leernos. Celebro tu regreso y tu visita.

    ResponderEliminar
  22. Felicidades, Pedro. A mí también me ha gustado el micro. He de decir que la realidad supera la ficción y que son muchos los que se quedan encima de un mueble y ni se les ve.
    La imagen de alguien atrapado en su propio engaño me produce mucha angustia. ¿No hay forma de liberarlo? ;)

    Abrazos,
    Montse.

    ResponderEliminar
  23. Montse, también a ti te echaba de menos. Tu lectura sobre los que pasan desapercibidos me inquieta, pero estoy de acuerdo contigo. En cuanto a la liberación del propio engaño, me temo que literariamente no es posible. Los personajes de los cuentos y las novelas saben a lo que se exponen, cuando aceptan protagonizar una historia. El único que tiene derecho a liberarse es el lector. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  24. Uff, por despiste de los días y la vida hacía ya demasiado tiempo que no frecuentaba este agradable lugar, y vaya, este relato es genial, te felicito, y además me ha hecho reír. Enhorabuena por su publicación, lo merece.

    ResponderEliminar
  25. Un genio dentro de otro genio. El título me avaza el final, hubiese preferido que no.

    ResponderEliminar
  26. Este es un de mis microrrelatos favoritos (junto con "La cita") y también uno de los mejores del libro "Velas al viento". Está lleno de detalles sutiles, de una ironía finísima: no sólo la aparición -hilarante- de la mujer de la limpieza, sinó también la frase anterior -"nunca ha necesitado frotar la lámpara y pedirme al menos uno de los tres deseos"- es brillante y proyecta la narración hacia el futuro en un final feliz para la mujer y desgraciado para el pobre "genio". ¿Para cuándo un libro que recopile estas joyas?
    Jordi.

    PD: ¿No tendrás por casualidad algún micro en catalán para mi blog "La Bona confitura"?

    ResponderEliminar
  27. Me ha encantado esa última frase.

    Tiene buena pinta ese libro si el nivel es tan alto.

    ResponderEliminar